Dado que vivimos en una época de improductividad económica, una creciente presión por la supervivencia del ser humano, el cambio de sensibilidad y de pensamiento de la gente, el comienzo de la ofensiva contra el capital corporativo a un nivel nacional y global y el continuo reagrupamiento del movimiento comunista a un nivel teórico y práctico, no es sorprendente que las características, la naturaleza y el papel del Partido Comunista de Estados Unidos en el siglo 21 sean un tema de discusión mientras avanzamos hacía nuestra 30ava Convención en Chicago.

Estas son algunas de mis ideas:

En primer lugar, el nuestro es un partido de acción. Un partido comunista inactivo es una contradicción. Buscamos entender el mundo, pero también cambiarlo. La acción está en el centro de nuestra identidad.

Nosotros inducimos a cada colectivo y a cada miembro a formar parte de los movimientos y luchas de masas, las cuales conducen al cambio social. Es en ese contexto donde hacemos nuevos amigos y aliados, crecemos en tamaño y probamos nuestra teoría.

El nuestro es un partido en el cual las acciones son guiadas por una política de clase estratégica. Dicha política -que identifica la etapa específica del desarrollo social de la sociedad, así como de la clase dominante y las fuerzas sociales que obstaculizan o hacen avanzar el progreso social y las tareas políticas relacionadas – es lo que nos permite participar y proporcionar liderazgo a un movimiento más amplio a corto y largo plazo.

Durante los pasados 25 años, nuestro objetivo estratégico ha sido el de construir una coalición del pueblo trabajador en contra de la dominación de las estructuras políticas de la nación por el ala derecha Republicana. El objetivo no es el de llevarnos a una puerta en donde diga “Entrada al Socialismo”. Al contrario, el objetivo es el de derrotar decisivamente los sectores más reaccionarios del capital corporativo y a los defensores del ala política de derecha, al crear las condiciones para entrar en una nueva fase de la lucha  de clases y democrática en el camino hacia el socialismo. En esta nueva fase/etapa, la clase trabajadora y sus aliados enfrentarán directamente e intentarán restringir radicalmente el poder corporativo como un todo y, al hacer esto, cimentar las bases para un rompimiento decisivo de las clases en lo político, el cuanto al poder y a la cultura.

Si entendemos que la vida es siempre mucho más complicada y contradictoria que “los mejores planes” de los comunistas, socialistas, y los radicales, nuestra política estratégica inmediata, especialmente cuando es aplicada de manera flexible y dialéctica, entonces damos coherencia a nuestras políticas y a nuestro trabajo práctico, nos ponemos en una posición de ser parte de una estructura más holgada del movimiento de la gente, nos ganamos el respeto de sus líderes y activistas, atraemos a nuevos lectores a nuestros sitios en línea (particularmente peoplesworld.org) y nuevos miembros a nuestras filas, y nada menos, proveemos un “camino realista” hacia el futuro.

Insisto, nuestra estrategia presente -la cual visualiza el más amplio movimiento en una alianza táctica, pero necesaria, con el partido Democrático en contra de los candidatos y las iniciativas del ala derecha extremista -es sólo una etapa en un proceso a largo plazo, cuyas metas son las de reconfigurar radicalmente las relaciones de clases, así como profundizar y extender la democracia (ampliamente entendido como el derecho a un empleo, salarios dignos, servicios de salud y vivienda, derecho para organizarse en sindicatos, educación de calidad integrada, derechos reproductivos, reformas de inmigración integral, acción afirmativa y el cese de todas las formas de discriminación, políticas ecológicas, etc.) Este no es el punto final. Y en la medida en que la lucha se afina y se moviliza en nuevas fases, debo de añadir que nuevas expresiones de política independiente emergerán (aunque no de manera espontánea), incluyendo, creemos, la formación eventual de un partido de gente de mentalidad radical.

El Partido Comunista es un partido de la clase trabajadora: multinacional, multirracial, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, homosexuales y heterosexuales, nacidos en el país o inmigrantes, y discapacitados. Es un partido de gente de color, mujeres, gente joven, personas mayores; es una casa política para los activistas sociales de todo tipo.

Nuestro partido ve al mundo a través de la lente de clase, pero una lente de clase que es gran angular y elástica; que no nos aísla de otros movimientos, luchas y modos de análisis.

Es un partido que sostiene que la crisis económica presente no es auto corregible, ni puede ser resuelta con medidas tradicionales de estímulo Keynesiano, como lo fueros las recesiones anteriores. Tales medidas, aún si la voluntad política estuviera allí (y no está debido, en primer lugar, a las acciones de los Republicanos), no sería suficiente para traer una fuerte recuperación dado el alcance, la profundidad y la dinámica de la crisis actual. Mientras que favorecemos una solución socialista, una posibilidad mucho más factible en el corto y mediano plazo, es una serie de medidas que retraigan radicalmente el poder corporativo, los privilegios y las ganancias y revise las prioridades del gobierno, pero dentro del marco del capitalismo.

El Partido Comunista cree que la clase trabajadora en toda su diversidad y complejidad tiene un papel especial en el proceso revolucionario. Ninguna otra clase, estrato social o movimiento tiene el poder estratégico social de la clase trabajadora, y como último análisis, las revoluciones se convierten en una cuestión de clase y de poder del pueblo.

Sin embargo, la transformación de la clase trabajadora en una clase con una conciencia social es un proceso largo, prolongado y contradictorio. Si alguien, en cualquier momento pensó que la capacidad revolucionaria de la clase trabajadora está en su ADN, o que de manera espontánea ocupa su lugar en el sistema de producción social, la experiencia muestra lo contrario. De hecho, esto depende de muchas cosas, entre las cuales la capacidad de los comunistas y de la izquierda para ganar a la mayoría de los trabajadores y a la gente para las ideas y las prácticas de una democracia sustantiva y equitativa, la lucha de clases y el socialismo.

El papel principal de la clase trabajadora no se ganará por nuestro entusiasmo oratorio y retórico, pero sí por el vigor por el que este lucha por sus intereses, los intereses de otros grupos subordinados, y los intereses de la sociedad como un todo; solamente en tal lucha, la clase trabajadora gana la experiencia y llegará a entender su papel como un peleador frontal en la lucha por el socialismo.

Finalmente, la conquista del socialismo sólo puede ser un “asunto de familia”. La clase trabajadora jugará un  papel de liderazgo, pero no un papel singular. Es decir, el socialismo requiere de la formación de alianzas amplias e interactivas, particularmente la alianza estratégica de la clase trabajadora organizada con los afroamericanos, hispanos y otras comunidades de color. La necesidad absoluta y la durabilidad de esa alianza no han perdido ni pizca de importancia en el proceso por efectuar mayores transformaciones sociales en nuestra sociedad, incluso en la conquista y consolidación de la democracia, el socialismo sustentable; de hecho, en todo caso ha ganado peso estratégico.

El nuestro es un partido comprometido a librar la lucha por la igualdad racial, de género y otras formas de igualdad. La lucha por la igualdad y en contra del racismo, el machismo y otras formas de opresión, son aspectos inseparables de la lucha de clases y la lucha por el socialismo. Ellas son el núcleo de la lucha por la democracia y en contra de la reaccionaria ala derecha Republicana.

En las últimas décadas, las grandes transformaciones políticas, económicas, sociales y demográficas, han alterado profunda y permanentemente el terreno en el cual la clase trabajadora y sus aliados combaten con sus enemigos de clase. Pero ninguno de estos cambios han reducido la importancia de la lucha por la igualdad completa, de hecho, es el caso opuesto, como con todo lo demás, la lucha por la igualdad total debe de ser ajustada a las condiciones, retos y nuevas posibilidades de hoy en día.

La devaluación de la lucha por la igualdad limita el alcance de cualquier victoria en un momento en el que se están abriendo nuevas avenidas de entendimiento, unidad y posibilidad. Lo que es peor, permite que los sectores más atrasados de nuestra clase dominante y su base electoral política ganen ascendencia. De hecho, ¿no fue logrado el ascenso de la extrema derecha, en gran medida, por el racismo, el machismo, la homofobia, actitudes anti-inmigrantes y otras formas retrasadas de recurrir a los votantes?

Casi en cada categoría que mide el bien social, las condiciones de la gente racialmente oprimida han empeorado, afectando igualmente a las nuevas comunidades de inmigrantes.

Los empleos son escasos, los salarios son bajos, los servicios de salud y servicios públicos se han reducido, y tal pareciera que las cárceles no se pueden construir tan rápido para acomodar a la creciente población de reclusos, quienes, en números desproporcionados son hombres afroamericanos y latinos, y en años recientes mujeres.

De igual forma, los derechos de las mujeres están bajo ataque. Los abortos y otros derechos reproductivos, la paga equitativa por trabajo similar, los salarios dignos, permisos de maternidad, educación pública de calidad, servicios de salud y la acción afirmativa han sido desmenuzadas por la extrema derecha por la vía de leyes y regulaciones judiciales. Las mujeres racialmente oprimidas están en el ojo de ambas tormentas.

El objetivo de este asalto multifacético no es simplemente arrasar con las ganancias obtenidas en los años anteriores y cambiar la riqueza hacia el 1%, sino también el de aplastar el espíritu de lucha de los afroamericanos, los mexicano-americanos, y otros grupos racialmente oprimidos, así como las mujeres y sus alianzas estratégicas en desarrollo con los trabajadores.

Quienes son nacional y racialmente oprimidos y las mujeres no son simples objetos de la súper-explotación y la opresión. También son combatientes, organizadores y unificadores en su lugar de trabajo y en su comunidad; aportan ideas únicas y entendimiento a la mezcla política. Son además, un puente hacia los principales sectores del movimiento popular.

Tanto es así que la clase dominante entiende bien que la convergencia de los trabajadores, los nacional y racialmente oprimidos y las mujeres, constituyen un rival tremendo y presagian un futuro sin explotación, desigualdad y opresión.

En lo que a nosotros concierne, a la lucha por la igualdad racial, de género y otras formas de igualdad, debe dársele una nueva importancia; debe de estar integrada en todo lo que hacemos. Lo mismo se debe decir sobre la lucha por los derechos y la dignidad de los inmigrantes.

El Partido Comunista lucha para preservar y expandir la democracia, ampliamente entendida, como se mencionó anteriormente. Tales luchas no son solamente un medio  hacia un fin, ni son dispositivos tácticos para ser utilizados “cuando la lucha de clases avance”. Más bien, la lucha por la democracia es ambos, el medio y el fin; así, está conectada dialécticamente a la lucha de clases en cada momento del proceso político.

De hecho, no existe el camino a la “clase” del futuro que no pase por la lucha de la democracia, ni hay manera alguna de entender una sociedad sin divisiones de clase dignas para la humanidad que no extiendan la democracia a cada esfera de la vida.

El nuestro es un partido que combatirá vigorosamente el nativismo y la xenofobia. Los inmigrantes traen a nuestro país su cultura, el poder de su trabajo y sus tradiciones de lucha.

Nadie que haya estado involucrado en las luchas, en el panorama contemporáneo, puede dejar de notar el papel de los trabajadores inmigrantes en la lucha por la democracia, los derechos de los trabajadores, la educación pública, el empoderamiento de la comunidad, las herencias culturales, sin mencionar una política migratoria humana y justa. Su espíritu es militante y su causa es justa. No es de sorprender que el ala derecha los sataniza.

El Partido Comunista le da particular importancia a la lucha de los derechos de los homosexuales, las lesbianas, los bisexuales y transgénero -algo que no habíamos hecho en el pasado.

La sociedad -tanto la socialista como la capitalista- no debería de privilegiar una tendencia sexual por encima de otra;  por lo contrario, debería de celebrar la diversidad humana y facilitar las diferentes tendencias sexuales, y los acuerdos familiares y matrimoniales.

El movimiento por los derechos de los homosexuales, las lesbianas, los bisexuales y transgénero ha surgido como un movimiento poderoso que ocupa una posición importante en el movimiento popular general. A través de sus esfuerzos, las victorias, que no hace mucho parecían lejanas, se han logrado y la percepción de decenas de millones de personas ha cambiado.

Sin embargo, el ala derecha extremista continúa impugnando la legitimidad  y los objetivos de los derechos de los homosexuales. La homofobia sigue siendo un tema divisivo empleado para herir la sensibilidad moral de las personas y movilizar a un electorado reaccionario, aunque con menos éxito.

El Partido Comunista entiende, que en el fondo, la actual crisis económica y social ha dirigido el futuro de millones de jóvenes hacía una calle sin salida. Los bajos salarios y la inseguridad laboral, las largas batallas del desempleo, un medio ambiente degradado y la amenaza del cambio climático, el acoso policiaco, la violencia y los homicidios sin sentido, los costos exorbitantes de la educación y, para acompañar la deuda, un sistema de educación pública que se está derrumbando a pesar de los esfuerzos heroicos de los trabajadores del sector público, y un sistema judicial y penal hendido por racismo que enmarca el futuro de los jóvenes. Para muchos jóvenes de color el futuro no es menos que catastrófico.

Quizás ningún otro sector de la población se beneficiaría tanto del cambio en la correlación de fuerzas en una dirección consistente y progresista y anti-corporativa -sin mencionar la dinámica socialista. La joven generación necesita cambios fundamentales en las prioridades nacionales y una reestructuración de la economía, que ponga a la gente y a la naturaleza antes que el lucro.

Por supuesto nada de esto sucederá sin un brote popular más amplio, en el que los jóvenes pongan su energía, espíritu, ideas frescas y determinación, como lo han hecho en periodos anteriores.

Lo que sigue es que el amplio  movimiento popular tiene que incrementar sus esfuerzos para profundizar y ampliar su alianza con los jóvenes. Y nuestro partido debe de hacer lo mismo. Cómo lo hagamos va a variar de lugar a lugar, pero el punto de partida debe de ser la apreciación de las diferentes susceptibilidades, los estilos de vida y las formas de organización de los jóvenes.

El nuestro es un partido que tiene como gran prioridad la acción política independiente. Ahora, no estoy sugiriendo que demos un giro con respecto al partido Demócrata. A esta altura de la lucha eso sería un error estúpido -estratégica y tácticamente. El partido Demócrata es un protagonista esencial en cualquier estrategia realísticamente concebible para derrotar al partido Republicano y al ala derecha extremista.

Pero no podemos dejar las cosas así.

A pesar de que el partido Demócrata abarca a diferente gente y sus intereses, tiene una densidad de clase y un anclaje que no podemos perder de vista.

Los principales asientos en la mesa Demócrata están ocupados por agentes políticos y del poder los cuales, por disposición, lealtad y visión del mundo están comprometidos en principio con crear condiciones favorables para la acumulación del capital (ganancias) y para la reproducción sin contratiempos del capitalismo a un nivel nacional y global.

El neoliberalismo, la globalización y la financialización -por las que la desigualdad se ha acrecentado, han dañado la estabilidad económica y agravado la crisis, suprimiendo muchas de las reformas del siglo pasado y quitándole poder al pueblo – no son sólo las criaturas de la derecha republicana.

La elección de Reagan y la preeminencia de la derecha jugaron un gran papel en el proceso, y la derecha Republicana está a la vanguardia de la actual ofensiva de la clase dominante. Pero los Demócratas no fueron simples espectadores. Aunque resistían las medidas más extremas de la contraparte del ala derecha, ellos también acogieron algunas de las principales convenciones y prácticas del neoliberalismo, la financialización y la globalización.

La administración de Carter fue la primera lanzarse, pero fue la administración de Clinton y la jefatura Demócrata quienes realmente “engrasaron los patines” facilitando  el aumento de las finanzas y la especulación, la globalización y la reducción de las responsabilidades del gobierno frente al pueblo.

Todavía hoy día, el presidente y sus consejeros y líderes Demócratas en el Senado y la Cámara de Representantes están lejos de liberarse de dichos pensamientos y prácticas.

Y en cuanto a la política exterior, las diferencias entre los dos partidos son mucho más tácticas que estratégicas. Mientras tales diferencias pueden tener enormes consecuencias para la preservación de la paz mundial, y por lo tanto no deberían de ser ignoradas por personas y organizaciones progresistas y de izquierda, es un hecho de que ambos partidos están comprometidos al dominio mundial de Estados Unidos y al crecimiento del estado de seguridad nacional.

¿Cuál es el lógica final de mi argumento?

Es la siguiente: los círculos más altos del partido Demócrata están sujetos a las perspectivas, las necesidades y las políticas de los principales estamentos de la clase capitalista. Esto le convierte en un aliado poco fiable e inconsistente.

No digo esto para complacer a nuestros críticos de izquierda, ni para sugerir un cambio en nuestra estrategia política actual, ni para decir que no hay bases para la cooperación entre el partido Demócrata y el movimiento popular.

Más bien, mi posición es la de subrayar la importancia de ampliar la red de los progresistas y los liberales en cada nivel del gobierno, y más adelante construir las corrientes independientes dentro y fuera del partido Demócrata -y al mismo tiempo, acentuar la tarea urgente (nada vulgar) de construir una coalición más amplia en contra del extremismo de derecha, en la cual el presidente y los Demócratas juegan un papel necesario. En cuanto a la formación de un partido popular independiente a nivel nacional, es una idea que debemos de mantener viva, aún si todavía no se vea en el horizonte.

Nuestro partido le da la bienvenida a nuevas fuerzas sociales, organizaciones no tradicionales y formas de lucha.

El nuestro es un partido patriótico en una doble dirección: hablamos por los mejores intereses de nuestro país y al mismo tiempo desafiamos los demagógicos esfuerzos de la clase capitalista por torcer los sentimientos nacionales de la gente hacia el respaldo a su estrecho y egoísta proyecto político. Pensar que los comunistas no pueden hablar por el país donde viven ni por la clase que representan es una dogmática y antimarxista manera de pensar.

El Partido Comunista está convencido de que solo la movilización de la inmensa mayoría por los intereses de la gran mayoría, puede lograr cambios sociales a larga escala. Al mismo tiempo, entendemos que militantes minoritarios de organizaciones progresistas y de izquierda juegan un papel crucial en el proceso de cambio social. Pero ellos no pueden (y no deben) tratar de substituirse a las masas. Sus causas pueden ser justas, y su acción convincente, pero el cambio progresista y radical sólo se consigue cuando esos militantes minoritarios se unen a millones de gente comprometida y pensante. Nosotros no “jugamos futbol solos”.

Es un partido que disfruta relaciones amistosas con los militantes pero también empeñado en crear una izquierda más grande, más enérgica y más unida. Nuestras relaciones con la izquierda en general no es sobre la base de todo o nada (un lado gana, el otro pierde); nosotros creceremos juntos o no, en tamaño, influencia y capacidad.

Es un partido que pone el acento en la unidad, pero con el entendimiento de que en cualquier coalición hay lucha y unidad. En otras palabras, es un proceso de competición y de cooperación. Muchos participantes, incluyéndonos a nosotros mismos, se esfuerzan en convencer a otros de lo atinado de sus actividades políticas (demandas, acciones, formas de organización y lucha, etc.), mientras que nunca olvidan la necesidad de la unidad y de luchar unidos contra de los enemigos comunes.

Un partido comunista maduro se mantiene al margen de falsas  oposiciones entre demandas parciales y avanzadas, entre el cambio gradual o radical, entre las formas de cambio electoral y otras formas de acción, entre el patriotismo y el anti-imperialismo, entre la lucha contra el estado y la lucha dentro del estado, y entre la lucha de clases y la lucha por la democracia.

Un partido del siglo 21 le da la bienvenida a intelectuales. Es difícil pensar en un partido exitoso que no tenga en su seno a un grupo de intelectuales marxistas entre sus miembros y líderes.

Al mismo tiempo, es bien sabido que una tarea primordial es la de formar y desarrollar a los trabajadores en nuestras propias filas, a pensar de manera independiente, a analizar el mundo de forma dialéctica, a trabajar de manera colectiva y a hablar en un lenguaje que sea fácil de entender. El conocimiento político y teórico no puede ser exclusividad de solo unos cuantos líderes.

Un partido que posea madurez política busca divisiones dentro de la clase dominante, y se apresura a aprovecharse de estas divisiones para avanzar en la lucha de clases y la democracia. La vida enseña las dificultades de luchar en contra de una clase dominante unida.

Este es un partido que le saca el máximo a cada posible concesión de sus oponentes, pero también es capaz de compromisos cuando lo dicta la correlación de fuerzas.

Un partido comunista moderno del siglo 21 practica la solidaridad internacional. En la médula del internacionalismo reside el interés común del pueblo trabajador y oprimido contra sus explotadores y opresores comunes, sin importar las fronteras nacionales.

Mientras cada clase trabajadora tiene que enfrentarse a su propia burguesía, en nuestros días tales confrontaciones, en donde las redes de la explotación capitalista, la opresión, y el militarismo se extienden a cada rincón y cada grieta del planeta demandan formas de internacionalismo. Esto incluye justicia climática para los países del sur, los cuales están pagando un alto precio por una crisis que es creación de los países capitalistas avanzados del norte.

Hace un siglo, Lenin analizó las principales características del sistema imperialista, en el cual el mundo está jerárquicamente dividido entre países y regiones en el centro, la semi periferia y la periferia, encima de los cuales descansa una gran concentración de poder corporativo. Este sistema continúa operando con máxima fuerza en este siglo, pero en un contexto absolutamente diferente y con nuevas formas.

Obviamente, la extensión y profundización de la solidaridad internacional en las viejas y las nuevas formas está a la orden del día.

El nuestro es un partido que está convencido que el socialismo en este siglo no es simplemente una buena idea, sino una necesidad. Existen ahora crisis y amenazas, a lo mejor ninguna más grande que la amenaza al cambio climático, las cuales, si no se toman en cuenta, significarán la ruptura masiva y la destrucción de la red de la vida a un nivel global.

Una de las ironías de la historia, es que el socialismo, a pesar de su historia tumultuosa y su derrota histórica en los años 1990, está atrayendo de nuevo el interés en todas las partes del globo, mientras que el capitalismo, a apenas unos pocos años de su “triunfo” sobre el socialismo, pierde legitimidad mientras muestra que es incapaz de dar respuesta a las impostergables cuestiones que afectan el futuro de la humanidad.

Nuestro partido del siglo 21 entiende que no hay camino fácil hacia el socialismo; en cambio, la lucha por el progreso social pasará por muchas fases, terminando en lo que esperamos sea una transición pacífica al socialismo, en el cual la vía electoral jugará un gran papel. Este camino estará lleno de baches; habrá rupturas y retiros. Requerirá la entrada y la participación prolongada de gente ordinaria -a menudo nueva en la política y el activismo – en una escala y profundidad que nunca antes hayamos presenciado.

El camino al socialismo también presupone una combinación de formas de lucha dentro y fuera del estado, cambios en el ímpetu y la iniciativa, divisiones y confusión en los círculos dominantes, la neutralización de algunos instrumentos de represión, un movimiento socialista y de izquierda más hábil y más grande – capaz de mantener su unidad, de ampliar su soporte popular, de prevenir el sabotaje de la economía y la contrarrevolución e implementar las políticas económicas y sociales que resuelvan las necesidades de millones de personas.

Por último y fundamentalmente, también procederá, no necesariamente de un solo golpe, al desalojo de los principales sectores de la clase capitalista de su posición de poder -político, económico y cultural.

Un partido del siglo 21 no reduce la “fama” del socialismo a los cambios en las relaciones en producción, nuevas estructuras y mecanismos económicas y a una pizca de planeamiento centralizado (como se hizo algunas veces en el pasado).

Ahora bien, no me malinterpreten: el socialismo debe resolver el problema de la propiedad, tal como lo dijeron Marx y Engels hace mucho tiempo. Eso es un imperativo global. Y por supuesto, debe de proveer de seguridad económica a todos sus ciudadanos.

Pero el socialismo debe de ser más que la prestación  de bienes materiales a la sociedad. Para aumentar su poder de atracción entre decenas de millones trabajadores, debe de tener una visión emancipadora que amplíe las fronteras de la libertad y la igualdad humana, permita que la gente ordinaria se sienta responsable de su propia vida y creadora de una nueva sociedad, visualice el desarrollo unilateral, completo y libre de cada individuo, y pinten de muchos colores los nuevos contratos de la vida y el trabajo colectivo.

En otras palabras, nuestra visión del socialismo debe responder a los deseos no satisfechos de la sociedad capitalista, donde el lucro, los nexos de dinero, el individualismo, la desigualdad y la opresión, la violencia sin sentido, la competencia y consumismo desenfrenado despojan a la vida de felicidad, disminuyen todo sentido de auto realización, y desfiguran los sentimientos de la solidaridad -una solidaridad, por cierto, debe de ir más allá de la familia, la comunidad, el país, e incluso las especies de todo el mundo.

Este es un partido que cree que los valores éticos y políticos – la solidaridad social, la igualdad, la sostenibilidad, la no violencia, el respeto por la diferencia, la democracia profunda, el humanismo, etc. – debe de ser parte de las políticas del socialismo, la cultura, el discurso y la toma de decisiones. Cualquier noción de que tales valores son fácilmente prescindibles en el nombre de la lucha de clases y la construcción del socialismo es un terreno en el que nunca debe de encontrarse nuestro partido.

Un partido maduro y moderno entiende que no existen caminos universales, o modelos únicos de socialismo. El socialismo debe de crecer desde la tierra, la historia y las tradiciones de cada país en particular, en un momento específico, y bajo circunstancias particulares.

Un partido del siglo 21 entiende que la transición del capitalismo hacia el socialismo es mucho más prolongada, contradictoria y compleja de lo que antes se pensaba. En años recientes, por ejemplo, transformaciones sociales radicales, bajo circunstancias relativamente pacíficas, han tenido lugar en América Latina. Allí, la fuerza de una clase trabajadora, activa, organizada y aplastantemente  mayoritaria y sus aliados, combinada con la conquista de líderes en la estructura del estado, han aislado a las élites, han desalojado del poder a los gobiernos neo-liberales y han despejado el terreno, hasta ahora de manera pacífica, impulsando una transformación social y socialista.

En los países socialistas, el proceso de la construcción socialista se ha movido en nuevas direcciones y ha adquirido un nuevo, aunque muy debatido contenido. Debemos de estudiar estas experiencias.

Este es un partido que construye una red extensa de organizaciones locales mientras que también crea un espacio para miembros que son incapaces de participar en un club. La actividad de esta red es la base de un partido dinámico y en crecimiento; aquí es en donde damos vida a nuestra estrategia política y a una reserva de acciones y pensamientos creativos.

Este es un partido que usa profusamente los medios sociales. Nosotros hemos evolucionado en esta área, pero no lo suficiente, y tengo que admitir que estoy sorprendido de que algunos camaradas aún consideren la utilización de las nuevas tecnologías como herramientas de alcance inferior para llegar hasta personas que comparten nuestras ideas y organizarlas, a pesar de que toda evidencia muestra lo contrario.

El principio primordial organizativo de nuestro partido es el centralismo democrático. Este principio, que fue distorsionado en muchas ocasiones en la práctica del movimiento comunista, es en esencia un concepto y una práctica de acción, de movilización política y educativa, no un mecanismo administrativo reducible a favor de la mayoría o a la alta dirigencia para ejercer su autoridad sobre los niveles más bajos.

Los dos principios – centralismo y democracia – deberían, en las mejores circunstancias, integrarse mutuamente de tal manera, que permitan las discusiones más amplias y las tomas de decisiones por un lado y la unidad de acción por el otro. Todo esto debe ocurrir dentro del marco de amplio acuerdo con el programa del partido.

Contrariamente a lo que algunos puedan pensar, el centralismo democrático no insiste en un acuerdo sobre cada uno de los detalles de la política del partido, pero sí intenta, en el curso de la discusión colectiva, llegar a un común acuerdo sobre las tareas a realizar.

Esto requiere transparencia, paciencia y discusión persuasiva, mecanismos para el intercambio de la comunicación, el buen funcionamiento de los colectivos a todos los niveles, y un fuerte trabajo educativo interno. De particular importancia en esta intrincada red son los clubes activos y en crecimiento, donde los miembros discuten, comprenden mejor, aplican y evalúan las políticas.

Todavía tenemos que dar mayor sustancia a este método organizativo del partido. Es más, deberíamos considerar abandonar el término por otro que exprese mejor lo que son las políticas y métodos organizativos del Partido.

Un partido comunista maduro y moderno entiende que tiene un papel único y necesario en este período y en los períodos ulteriores de la lucha. Pero tampoco pretende reclamar ser “la vanguardia”, o sea, que no confiere a sí mismo el estatus de que su última palabra es la que vale.

Ejercer el liderazgo en los movimientos más amplios requiere más que afirmaciones retóricas. Dependerá de políticas racionales, un buen olfato para los objetivos principales de la lucha, la habilidad en unificar y crear alianzas, el uso de los medios para llegar a una audiencia mucho más amplia y la capacidad de tomar decisiones de manera eficiente y a tiempo. Esto también dependerá de nuestro éxito creciendo en tamaño y la formación de más líderes.

En otras palabras, debemos conquistar nuestro papel dirigente en el más amplio escenario de la política; no sólo es resultado de nuestra disposición ideológica o que creamos serlo.

Sería mucho más razonable si nos situáramos como una parte igual en la gran izquierda y el movimiento progresista, aunque haciendo una contribución vital, única y necesaria para la lucha inmediata y a largo plazo.

Este es un partido que utiliza consignas, símbolos y terminología aceptables para un gran conglomerado. Y debería deshacerse de aquellos símbolos que no encajan en las presentes circunstancias o que asustan con connotaciones negativas, y no sólo por tomar en cuenta a los medios masivos, sino también por las prácticas del movimiento comunista en el siglo pasado.

No sería la primera vez que hacemos algo así. Hace algunas décadas nos deshicimos de la hoz y el martillo, suspendimos la bandera roja, y dejamos de utilizar frases como “la dictadura del proletariado”. Trabajamos duro para librarnos de la jerga izquierdista, y cambiamos los nombres de nuestros organismos y títulos de los dirigentes.

En su lugar, la dirigencia del partido en ese tiempo introdujo la “Carta de Derechos” del socialismo para enfatizar el carácter democrático de nuestra perspectiva; hablamos del camino pacífico al socialismo; produjimos imágenes y consignas para eventos, manifestaciones, marchas, etc., que hablaban de la lucha de nuestro país, las tradiciones y experiencias. Relajamos el lado administrativo del centralismo democrático y la persuasión se convirtió el método principal, casi exclusivo, de la movilización del partido.

Mucho de estas iniciativas fueron promovidas por Gus Hall y Henry Winston. Al hacer esto, no sacrificamos nuestro carácter revolucionario ni un poquito; de hecho, lo que hicieron fue permitirnos alcanzar una audiencia mucho más grande con nuestras ideas.

Lo que es más, está no fue la primera vez que dejamos de lado (y dejamos de copiar) los símbolos, las imágenes y el lenguaje, así como las ideas que no resonaban en la cultura de nuestro país. En los años 1930 lo hicimos en grande – y tuvimos un cambio radical de postura- y por eso crecimos en influencia, tamaño y capacidad.

Todo eso hace que sacuda la cabeza cuando algunos camaradas, con gran vigor, proclaman que se oponen a cualquier intento de dejar el martillo y la hoz, la bandera roja, “la vanguardia” y símbolos similares. Aparentemente, no se dan cuenta que están retrasados unas cuantas décadas.

En años recientes, muchos dirigentes del partido, incluyéndome a mí mismo, hemos dejado el término “marxismo leninismo” y simplemente usamos “marxismo”. Otros usan el término “socialismo científico”, aunque yo no soy partidario de esto porque nuestra perspectiva, metodología y evaluaciones están ligadas al arte y la ciencia.

Contrario a lo que otros dicen, no tengo deseos de sacar a Lenin. No soy presuntuoso. Su contribución teórica y su legado práctico es enorme y multifacético. Incluso mucho de los que él escribió aún aporta ideas en el mundo y las luchas de hoy.

De manera que mi queja no es con Lenin. Es con el término “marxismo leninismo”. En primer lugar porque las palabras importan mucho; algunas son bien acogidas por la gente; otras la excluyen. Aunque “marxismo” no es una palabra local, es mucho más digerible, y no tiene la connotación negativa que tiene el “marxismo leninismo”.

Segundo, no deberíamos de usar internamente ningún término que no usemos “en público”. ¿Cuántos de nosotros nos describimos a nosotros mismos como marxistas leninistas fuera de las reuniones del Partido o cuando estamos entre amigos políticos cercanos?

Tercero, el marxismo leninismo se convirtió en un sistema cerrado en el siglo 20. Puede reivindicar algunas innovaciones teóricas, pero algunas veces también fue resistente, y hasta hostil a otras tradiciones y análisis marxistas. Incluso alguien como el heroico y brillante líder comunista italiano Antonio Gramsci fue visto con sospecha.

Por último, en nuestros círculos, el “marxismo leninismo” se convirtió en un impermeable de seguridad ideológica; si alguien piensa que todo está resuelto, pierde vigencia para el trabajo pesado de la exploración  y actualización teóricas. Para muchos esto es, más que una identidad política, una teoría a ser estudiada, absorbida y desarrollada creativamente.

Dos cartas de Engels a Carl Schmidt ilustran a lo que yo estoy tratando de decir (les doy una pista: sustituir marxismo leninismo por materialismo histórico):

“En general, la palabra «materialista» sirve, en Alemania, a muchos escritores jóvenes como una simple frase para clasificar sin necesidad de más estudio todo lo habido y por haber; se pega esta etiqueta y se cree poder dar el asunto por concluido. Pero nuestra concepción de la historia es, sobre todo, una guía para el estudio… Hay que estudiar de nuevo toda la historia….

“…hay demasiados alemanes jóvenes a quienes las frases sobre el materialismo histórico (todo puede ser convertido en frase) sólo les sirven para erigir a toda prisa un sistema con sus conocimientos históricos, relativamente escasos… y pavonearse luego, muy ufanos de su hazaña”.

En otra carta escribió:

“La concepción materialista de la historia también tiene ahora muchos amigos de ésos, para los cuales no es más que un pretexto para no estudiar la historia. Marx había dicho a fines de la década del 70, refiriéndose a los «marxistas» franceses: todo lo que sé es que no soy un marxista”.

Bueno, no estoy sugiriendo que echemos al “marxismo” de lado como Marx amenazó en hacer, pero sí pienso que lo haríamos mejor con describirnos simplemente a nosotros mismos como marxistas, lo que muchos de nosotros ya estamos haciendo y lo cual, de manera interesante, parece estar experimentando un renacimiento en la prensa dominante.

Es más, yo dudo que Lenin se opusiera. Para empezar era modesto,  y todavía más importante, él creía que el marxismo era un sistema dinámico y dialéctico para analizar y cambiar el mundo. Su énfasis era el de desarrollarlo alineándolo con las condiciones de cambio, y no en institucionalizarlo. Así, Lenin escribió:

“No consideramos la teoría de Marx como algo acabado e inviolable; al contrario, estamos convencidos de que esa teoría sólo puso la primera piedra de la ciencia sobre la cual debe desarrollarse el socialismo en todas las direcciones si desea mantener el ritmo de la vida”.

En otras palabras, al emplear el marxismo como una herramienta de análisis y lucha, debemos poner el énfasis en su aspecto crítico e innovador. Después de todo, vivimos en una nueva era de desarrollo mundial. Pocos de nosotros, si acaso, previeron la profundidad de los cambios que han ocurrido en las últimas décadas.

Al jugar al póker, mantener la mano (es decir, jugar con las cartas que se repartieron) puede tener sentido, pero como un acercamiento a la teoría, es una estrategia pobre para un partido revolucionario.

El marxismo puede sólo reivindicarse ser una sólida teoría solamente si toma en cuenta las nuevas realidades, si absorbe nuevas experiencias, si ésta abierta a nuevos puntos de vista analíticos marxistas y no marxistas.

Si nuestra convención de junio se ocupa precisamente de esto, me voy a sentir feliz, y más importante, de esta manera la convención será un éxito mayor y nuestro futuro estará en buenas manos.

*La tarea de un partido moderno y maduro del siglo 21, es la de profundizar, ampliar y ayudar y dirigir junto a otras fuerzas de izquierda y progresistas, a la clase trabajadora y al movimiento popular en cada período de la lucha.

Lenin una vez escribió:

“La tarea del partido no es la de inventar un método moderno para ayudar a los trabajadores, sino la de unirse al movimiento de los trabajadores y ayudarlos en su lucha, la cual ya han empezado ellos mismos”.

Me parece justo, pero ¿es ese nuestro papel? ¿O hay algo más que hacer?

Y la respuesta es simplemente sí. Nuestro papel tiene muchas capas y muchas caras. No puede ser reducido solo a la acción práctica ni a la agitación; o la de sólo crear el movimiento; o sólo construir el partido; o solamente para un nivel de la lucha, económica, política o ideológica. Tampoco sólo consistir en la profundización de la conciencia  de clase, o de popularizar las demandas más avanzadas.

Nuestra tarea es, en cambio, la de mezclar, creativa y sistemáticamente, todos estos elementos en uno conjunto coherente, entrelazándolos sobre la base del análisis concreto de una situación y lucha concreta.

El proceso revolucionario pasa por muchas etapas, y cada una está caracterizada por una configuración diferente de clase y de fuerzas sociales y un conjunto diferente de demandas de clase y democráticas y tareas que tienen que ser realizadas para poder pasar a la siguiente etapa. Y en cada etapa nuestro papel es el de facilitar ese proceso multifacético, de manera dialéctica y concreta, no aislado del movimiento, más bien en su propio seno.

Al contrario de la izquierda sectaria, los comunistas, aplican una visión marxista en cada etapa particular de la lucha y así nuestra estrategia política, tácticas, demandas políticas, mensajes y actividad, en otras palabras, nuestro papel, queda amoldado a las circunstancias.

De igual importancia son las luchas democráticas, las cuales cambian en cada giro cualitativo de la lucha de clases y democrática.

“No es [comunista]”, escribió Lenin, “aquél que olvida en la práctica su obligación para estar por delante de todo, destacando, enfatizando y resolviendo toda y cada una de las cuestiones democráticas”.

En el curso de estas luchas, la clase trabajadora, con la ayuda del partido y de la izquierda, forja una unidad en todas las diferentes formas, comprende manera más profunda el papel de las diferentes clases y fuerzas sociales, atrae a su lado a aliados clave, aprende el arte de combinar las demandas avanzadas con las demandas parciales, se convierte en la cabeza social y el corazón social del pueblo y de la nación, y reúne la capacidad política y la confianza para debilitar, y eventualmente derrotar a sus adversarios de clase.

Y reitero, mientras nos sumergimos en las batallas cotidianas, hacemos que nuestro partido crezca en tamaño y en capacidad; ese también es un requisito esencial si el objetivo más amplio es de alcanzar su total potencial y avanzar a la etapa de lucha del socialismo -sin mencionar la creación de una nueva sociedad en la cual la libertad, la igualdad, la paz y la seguridad económica y sustentabilidad vayan de una costa hacia otra más brillante.

Aunque nuestra Convención abarcará una amplia gama de temas, algunos locales, otros globales, deberemos hacer hincapié en las tareas de la construcción multifacética de nuestro partido y del movimiento juvenil,  integrada orgánicamente esa tarea en la lucha diaria de la clase obrera y el pueblo trabajador de nuestra nación.